Nunca me han gustado las armas. Puede que esta declaración os resulte extraña considerando que voy a contaros mi experiencia disparando un arma de fuego por primera vez, pero siempre he sido muy de probarlo todo.
Por eso cuando marido me propuso ir a un campo de tiro para disparar con uno de sus compis de trabajo, aficionado a las armas y socio de un club de tiro en Sankt Gallen, acepté sin pensarlo demasiado. Buena o no tanto, sería una nueva experiencia y una gran oportunidad para conocer de primera mano la cultura de las armas que impera en Suiza (e intentar entenderla, de paso).
Dicho y hecho, pusimos fecha a la cita y el día elegido nos encontramos en la puerta del campo de tiro. Lo primero que me sorprendió al llegar fue el ambiente «bélico» de la recepción, que dejaba muy claro donde estábamos y a qué habíamos venido: además de un mostrador con munición para invadir Austria, en la misma entrada había un cañón del tamaño de una vaca suiza. Y eso, lo admito, me puso un poco nerviosa.
El amable saludo del recepcionista, que nos recibió con una sonrisa y nos invitó a pasar, templó un poco mis nervios. Nuestro acompañante le explicó que era nuestra primera vez y que veníamos «a probar», y sin más dilación atravesamos unas cortinas y pasamos a una habitación de tiro donde había un señor con un rifle, a lo suyo. Y con sus disparos mis nervios se dispararon, nunca mejor dicho. ¿Sería capaz de disparar?
Miedo, adrenalina y euforia
Una vez en la sala y tras saludar a nuestro compañero de tiro, me puse los cascos para proteger mis oídos de los disparos. Nuestro acompañante empezó a explicarnos todo en relación a las armaS (sí, dos) que íbamos a disparar aquella tarde. Para empezar, tiraríamos con una 9 mm que nos enseñaría a cargar y descargar, y para seguir… probaríamos un rifle de asalto. Me eché a temblar.
Por fin llegó mi turno y siguiendo las instrucciones cogí la pistola (que pesaba lo suyo), la cargué y me puse en posición de disparar, apuntando a la diana que tenía a varios metros de distancia. El corazón me iba a mil por hora, agarré la pistola con fuerza y lentamente procedí a quitarle el seguro. El seguro hizo «clic» y no pude evitar pensar que en ese momento tenía algo entre las manos con lo que podría causar mucho daño. El miedo es una sensación muy desagradable, pero ya estaba allí y había ido a probar así que… disparé. Una vez. Dos. Tres. Hasta 5 veces.
Con cada disparo los nervios se desvanecían dando paso a una increíble sensación, una descarga de «energía» que nacía en mis manos y que podía sentir hasta en el último pelo de mi cabeza. BOOM. Cada disparo me hacía temblar mientras permanecía completamente quieta, manteniendo la postura y respirando hondo.
Y me encantó. Hubiera preferido aborrecerlo, habría sido más coherente con lo que siempre he pensado sobre las armas, pero os mentiría si no os dijera que me gustó la sensación. Y repetí. Y la gran sorpresa llegó al echar un ojo a la diana y ver que había hecho un blanco perfecto con mi segundo cargador. Y entonces llegó la euforia, más por tanto tiro que por el blanco en sí. Un blanco que no es muy común en novatos pero en mi caso tenía una pseudo-explicación.
Antes de desvelar el misterio, os diré que tras probar la 9 mm pasamos al rifle de asalto y que el disparo resultó mucho más violento y quizá por ello menos «placentero». Me avisaron de que tuviera cuidado con el «golpe» que pega el arma en el hombro al disparar, pero aún así la primera vez me cogió por sorpresa. Esa descarga de energía, aún siendo controlable, se me hacía «demasiado».
Y ahí estaba yo. Cargando y descargando armas, tirando a dar, haciendo blancos… Me sentía como una de las protas de la que fuera una de mis series favoritas: «Policías en el corazón de la calle» 🙂 Y me divertí mucho, muchísimo.
Mi blanco perfecto: porque las mujeres disparamos mejor
Como os contaba, el segundo disparo de mi segundo cargador de 5 balas dio en el blanco. Por supuesto, en el momento no me enteré pero al ver la diana me pareció una pasada. No tanto por haber hecho blanco perfecto sino porque mi costillo se las veía y se las deseaba para encajar un tiro en el círculo más pequeño de la diana. ¿A qué podía deberse? ¿Soy acaso una máquina de matar? 😛 No, lo que soy es mujer.
Y es que resulta que las mujeres somos mejores tiradoras que los hombres. Por una parte, no cogemos el arma con tanta fuerza y eso hace que trasmitamos menos vibraciones a la pistola, haciendo tiros más estables y certeros. Además, nuestra presión sanguínea también ayuda: mantiene nuestras manos más calmadas que las suyas, aún cuando estamos nerviosas.
¿Se nos dará igual de bien desactivar una bomba? Esto sí que no quiero probarlo…
Conclusiones
Como ya os imaginaréis, la experiencia fue positiva. Disparar me resultó emocionante y muy divertido teniendo en cuenta que es un «juego». Me alegro de haber tenido la oportunidad de coger un arma con mis propias manos y sentir lo que se experimenta al disparar, aunque confieso que la experiencia me acercó un poco más a la sensación que puedo imaginar que siente quien dispara a algo o alguien vivo. Y eso sí me resultó horripilante. De eso no sería capaz nunca, jamás. Absolutamente NO.
Por otra parte, desde que llegué al lugar hasta que me fui no pude dejar de preguntarme cómo era posible que dejaran entrar a cualquiera y le pusieran un arma de fuego en las manos. Sin saber quien es, ni si está loco o va a perder el control. La realidad es que podía haber matado a cualquiera, empezando por mi. O podía haber recibido un disparo, por qué no. Obviamente las posibilidades son muy remotas y de hecho no hay registrado ni un solo accidente de este tipo en un campo de tiro en Suiza, pero la imaginación es libre y yo no podía dejar de imaginarme la escena.
¿Repetiría? Probablemente sí. ¿Buscaré la ocasión? No lo creo. Si me vuelven a invitar, me apetece y «me cuadra» quizá me anime a repetir, pero tampoco es algo que me quite el sueño o me muera por volver a experimentar. Aunque he de decir que me alegro muy mucho de contar con una nueva experiencia en mi haber, y que además haya sido «positiva».
Bonus: cómo obtener permiso de armas para practicar tipo deportivo en Suiza*
- Estar en posesión de un permiso de residencia. Con el B ya es perfectamente posible solicitar un permiso de tenencia de armas.
- Solicitar permiso de armas en la policía de tu lugar de residencia presentando permiso de residencia y certificado de antecedentes penales, que puedes tramitar en Correos (35 CHF, aprox.). El coste del permiso de armas es de unos 50 CHF y es para toda la vida. No son necesarios ni certificados médicos, ni presentar el arma en la policía.
Por otra parte, para practicar tiro deportivo es necesario:
- Elegir un club y solicitar membresía. El precio varía de 30 a 60 CHF por año. Igualmente, necesitas presentar una copia de tu permiso de residencia.
- Tener un arma: puedes comprar un arma y munición aportando una copia de tu permiso de residencia.
Para más información: Suiza y la afición a las armas de fuego
*Fuente: Tiro Olímpico en Suiza
Me encanta este post… Hace ya unas semanas que te sigo, estoy empezando el proceso para mudar mi empresa a Lausana en unos meses y querría hacerte una pregunta complicada y simple a la vez: ¿ERES FELIZ EN SUIZA?
Un saludo,
Antonio
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Antonio Molina, PhD & MBA
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Estimado Antonio, gracias por tu comentario y mucha suerte en tu aventura empresarial!
En cuanto a la pregunta que me haces, la felicidad tiene muchos matices y es tan personal como cada uno, me temo. Aún así, en mi caso, te puedo confirmar que sí, me siento feliz viviendo aquí. Unos días más, otros menos… pero en general el balance es positivo y es por ello que me planteo seguir viviendo aquí.
Un saludo,
Sara
Me ha gustado mucho tu post. Yo disparé hace muchos años con una escopeta de caza y casi se me desencaja el hombro, jaja.
Respecto a lo de tener un arma en la mano y pensar que con ella podrías matar a alguien, piensa que todos los días usas cuchillos para cortar el pan o la carne y algunos pueden ser bastante peligrosos según como los uses 😉 Un abrazo
Gracias Lola, interesante analogía! Pero aún así las armas me siguen dando más respecto que un cuchillo (debe ser porque estos los usamos todos los días! jejeje)
Un abrazo y a ver si nos vemos pronto!
Sara
Buenas noches y saludos a todos.
Veo que ya has tenido contacto con una de las actividades de esparcimiento del país helvético.
Desde mi humilde opinión tengo que decir que para la cantidad de armas que hay tienen la cabeza bien amueblada.
En mi infancia estuve viviendo en las cercanías de un campo de aviación militar en Interlaken, nunca tuve la sensación de que mis vecinos se preocupasen de ello.
Con esto quiero decir que lo tienen tan asumido como el que sale al cine en familia o con los amigos.
Hola Tommy,
Efectivamente, el caso suizo en cuanto a las armas demuestra que el problema no es el acceso a las armas sino la falta de educación, la marginación social y el escaso tratamiento que reciben en Estados Unidos los enfermos mentales.
Aún así, mientras estaba disparando, no podía evitar pensar lo fácil que sería dispararle a alguien en ese momento y que nadie podría evitarlo. Obviamente es algo que aquí no sucede (sorprende que la gente ni siquiera se suicide disparándose, demostrando un gran respecto hacia las armas y lo que significan para ellos), pero el que viene de fuera no puede evitar sentir ese miedo a la posibilidad.
Fue una experiencia muy interesante!
Saludos,
Sara
Buenos días. Me llamo Manolo .
Soy un español que resido en Berna desde marzo del 2018 , y la verdad es que me gustaría contactar con españoles aficionados al tiro . (Españoles porque no hablo otro idioma) a ver si entre ustedes también tengo la suerte de que alguien me invite un día al campo de tiro 😄😄.