Nunca me han gustado las armas. Puede que esta declaración os resulte extraña considerando que voy a contaros mi experiencia disparando un arma de fuego por primera vez, pero siempre he sido muy de probarlo todo.
Por eso cuando marido me propuso ir a un campo de tiro para disparar con uno de sus compis de trabajo, aficionado a las armas y socio de un club de tiro en Sankt Gallen, acepté sin pensarlo demasiado. Buena o no tanto, sería una nueva experiencia y una gran oportunidad para conocer de primera mano la cultura de las armas que impera en Suiza (e intentar entenderla, de paso).
Dicho y hecho, pusimos fecha a la cita y el día elegido nos encontramos en la puerta del campo de tiro. Lo primero que me sorprendió al llegar fue el ambiente «bélico» de la recepción, que dejaba muy claro donde estábamos y a qué habíamos venido: además de un mostrador con munición para invadir Austria, en la misma entrada había un cañón del tamaño de una vaca suiza. Y eso, lo admito, me puso un poco nerviosa. Sigue leyendo