Amanece en Suiza.
Es septiembre, aún es verano, cantan los pájaros, brilla el sol y el día promete.
Frente a mi ventana, un amable señor poda a máquina los setos del jardín del edificio de enfrente. Otro amable señor hace lo propio con nuestros setos, ubicados justo bajo mi terraza.
En el apartamento de al lado, del que me separa una fina pared, las obras de reforma INTEGRAL siguen su curso. Empezaron el 3 de septiembre y acumulan más de 100 horas de taladro y mazo. No sabía que un piso tan pequeño podía dar lugar a tanto uso de taladro pero sí.
Mientras tanto, una taladradora castiga la acera de una calle aledaña. Taca taca taca taca taca…
Lo voy a dejar claro desde el principio por si alguien tiene dudas: hoy he venido a hablar de mi libro, vamos, a desahogarme. Porque, oiga usté, es que yo ya no puedo más y solo estamos a día 10. No sé si soy yo o alguien más se ha percatado pero, sin duda, septiembre es el mes de las obras (y el ruido, mucho ruido) en Suiza.
Que sí, que ya lo sé, que es lo lógico normal y razonable. Winter is coming y, aunque los inviernos por estos lares ya no son lo que eran, es momento de poner a punto calles, aceras, carreteras, autovías (cómo están las autovías…), edificios, viviendas y hasta descansillos.
Que, al igual que quienes tenemos coche debemos ir pidiendo cita para cambiar las ruedas de verano por las de invierno (avisados quedáis, no digáis que nadie os lo recordó), hay que preparar cada infraestructura para recibir la bajada de temperaturas.
Pero no me digáis que no es cansino. No me neguéis que las obras son un asco mal, necesario pero un mal. Que quienes pasamos gran parte del día en casa lo sufrimos en silencio (el chiste de las 9.22, JA JA JA). Que si además tenemos bebés que duermen siestas durante el día (que aprovechamos para comer algo, ducharnos o adoptar una postura que implique estirar la espalda -ay omá, qué rico-) vivimos cada taladrazo con terror y ansiedad ante el posible despertar de nuestro pequeño vástago. Que… mil y más circunstancias que no voy a pasar a describir porque apenas puedo pensar.
Ante semejante falta de profundidad por mi parte en esta ocasión, solo puedo disculparme y compartir con vosotros dos conclusiones: que septiembre es el nuevo mes de agosto (y el mejor para HUIR irse de vacaciones, cuanto más lejos mejor) y que paso demasiado tiempo en casa, algo que está a punto de cambiar dado que el próximo 1 de octubre vuelvo al trabajo fuera de casa (que dentro de casa se curra y mucho).
Como siempre, os invito a compartir vuestra propia experiencia para darme la razón o desmentirme, que igual esto es solo cosa mía, de mi calle y mi barrio y el resto de Suiza sigue siendo un remanso de paz. ¿Y vosotr@s? ¿También sufrís obras de cualquier tipo? ¿Os despertáis con el suave rumor de un taladro repiqueteando en vuestras paredes?
Silencio, ven a mí
Saludos a tod@s y a disfrutar lo que queda de verano
PD. Este es un post patrocinado por la siesta que se está pegando mi monete, que es más bueno que el pan y capaz de dormirse hasta a ritmo de mazo (qué crack; mi hijo, no el del mazo).
Jaja!!! Como te entiendo! Menos mal que ha llegado octubre y con él la calma.
En nuestro caso hemos vivido dos mudanzas en el edificio (y sólo hay 7 apartamentos) con sus respectivas limpiezas y arreglos, entre lo que incluye acuchillar y pulir el parquet, poda de setos y destrucción de una estructura metálica (una supuesta fuente que nunca ha funcionado) situada justo debajo de la ventana de nuestra habitación y construcción de otra fuente, esta vez de piedra… Bendito octubre!!!
Ya decía yo que no podía ser la única en tener esta sensación! Septiembre, mes del infierno oficial en Suiza, está claro xD
Un beso, Silvia!
De acuerdo contigo! si te sirve de consuelo yo tengo 3 fantasticas obras en vez de una y un niño tambien y es taladro, madrugada mañana tarde y noche oficiañ mes del taladreo en suiza jejejeje
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