«Vuelveeeee, a casa vueeeelve…»
Desde hace mucho, mucho tiempo -antes incluso de que una marca de turrón instituyese la banda sonora por excelencia de estas fechas-, la Navidad ha sido y es el momento del año en el que todo emigrante que se precie desea volver a casa para estar los suyos y disfrutar de unos días de calor de hogar.
Incluso ahora, cuando la religión y tradiciones más arraigadas han dejado de tener el peso que tenían antaño, el significado místico que le damos a la Navidad y el deseo de volver a casa siguen intactos, como si de algo sagrado se tratase.
Siendo sinceros, si desvinculamos Navidad y religión / tradiciones, ¿qué hace estas fechas más especiales que el resto del año? ¿Acaso no disfrutamos de los encuentros familiares cuando vamos de visita en verano o Semana Santa? Ya sea por costumbre o porque nos bombardean con mensajes de paz y amor desde mediados de octubre, en estos días se sigue imponiendo la idea de que ir a casa es un must, algo de cuasi obligado cumplimiento.
No me malinterpretéis. Me encanta la Navidad (ahora más que hace unos años, lo confieso) e irme «a casa» en estas fechas. Me muero por ver a mi familia y amigos. Pero no sabría deciros si más o menos que en cualquier otro momento del año. Porque, seamos sinceros, unas Navidades en familia también se las traen, eh? Y al fin y al cabo no deja de ser un poco lo mismo de todos los años. Así pues, en honor a aquellos que no pueden viajar para ver a los suyos, hoy me he propuesto… Sigue leyendo