Como os contaba, el nacimiento de nuestro gordito no fue para nada como me esperaba, empezando por la fecha. Y es que yo salía de cuentas el 17 de diciembre pero estaba segura de que el parto se retrasaría una semana, como a mi madre, y que nuestro niño navideño llegaría el 24 o 25. «Pobre -me torturaba yo-, su cumpleaños siempre quedará eclipsado por las Navidades…»
- Vuelve a leer el primer capítulo: «Mi experiencia de parto en Suiza (I)»
En esas andaba, 3 semanas antes del día D, a tope con mi té de hojas de frambuesa, el picante, la onagra, las caminatas, la acupuntura… para que el parto no se me retrasara demasiado, cuando la ginecóloga me dio la baja total y dejé el trabajo para descansar y terminar de preparar lo que nos faltaba, que era bastante.
En mi primer día «libre», segura de tener un mes por delante, fui a la pelu y me centré en terminar un par de artículos que tenía pendientes. Era jueves y el finde prometía: esa noche encendían las luces de Navidad, abría el Mercadillo navideño y además venía mi hermana, que le hacía ilu verme gorda, muy gorda.
Y llegó el día siguiente y también mi hermana, como estaba previsto. Cena, charleta, a dormir que no puedo con la vida… y en plena noche empecé a sentirme rara. Sigue leyendo